Monday, April 23, 2007

Descubriendo soles


Era un verano como tantos, de esos de nuestra adolescencia, de esos que no olvidas. Ese que quieres que se repita y sobrepasa tus expectativas, las expectativas de alguien de 16 años, que aún piensa como niño.
Llegas a ese lugar, sientes el mismo olor de antes, las camas, las mesas, las sillas y hasta las piezas están iguales, es como un dejá vu un sueño que ya viviste el año anterior. De hecho lo es, empezaste bien por lo menos.
Salgo a la calle a sentir el aire, ya es distinto, ya no esta esa nube gris que abochorna los días santiaguinos, ni el ruido de las bocinas de esos tractores amarillos que acalla a los pajarillos de mi ñuñoa querido. Son tantas las diferencias que de entrada te sientes otro. Y comienzas a andar, y a ver gente, y a recordar, y ves gente, y ves a tus amigos, esos que viven en la misma ciudad, a pocas comunas de ti, pero que sólo ves en la época estival, esos que conjugas con el mar y la arena, con las noches tibias y las conversaciones largas, con el sol y la vagancia diaria. Quizás por eso no los llamas en el año, para evitar otras conjugaciones.
Y veo a Eduardo, ese adolescente precoz, ese niño que quise como mi hermano menor de verano, y nos vamos a caminar, nos dejamos llevar como un río hacia el mar, a tomarnos una bebida a la playa, una brisa marina de mediodía. Y andaba con su polera nueva, su familia era de plata, pero el Eduardo era sencillo, le había costado como dos lukas, y la había comprado él, así que eso lo hacía sentirse orgulloso. Conversamos del año en pocos minutos, y lo demás fueron palabras sobre música, bromas, expectativas veraniegas, y sobre mi prima, que la había echado tanto de menos durante el año, un año de echar de menos, “que masoca” le digo. Y de los recuerdos del año anterior, y del Felipe, ese joven precoz, y decidimos ir a ver si estaba en su casa veraniega, en una de esas, el destino nos vuelve a juntar este año. Tocamos la puerta y preguntamos por nuestro amigo, estaban sus papás así que supusimos que él estaba, esperamos un momento y apareció, el mismo pelo largo, el mismo tipo de jeans, la guitarra en el living de una casa de verano, y los Enanitos Verdes sonando en su equipo de música, el mismo niño de 24 años. Y lo mismo, el año en unos segundos, y lo demás música, y recuerdos, historias, expectativas y planes para este verano. Nos mostró una polera como la de Hanamishi, sí el de Slam Dunk, durante ese año le había tomado cariño y alucinaba con esa serie de basketball japonés. Entonces Eduardo también mostró su polera, se volvió a sentir orgulloso, y claro, la polera era bonita, y barata, y tenía un sol. Lo particular no es que tuviera un sol, sino donde tenía el sol. La polera tenía un bonito estampado en la parte frontal, pero mágicamente, como en el amanecer, aparecía desde el costado inferior izquierdo aquella estrella, con una cara sonriente, de jovialidad, de verano (acaso tiene otra cara el sol). Y nos pareció extraño, una figura en ese lugar salía de lo común. Entonces Felipe empezó a sospechar, intuía algo que debía comprobar, el precio de la polera, ese astro en una posición un tanto incómoda, y bueno, Eduardo en sí daba para sospechas. Y el Felipe le dijo “a ver, sácate esa polera”, la sospecha ya era casi una afirmación en la cabeza de Felipe, comenzaba a reírse. Eduardo se saca la polera, la dá vuelta, y dirige su mirada directamente al reverso de donde se encuentra el sol, y ahí estaba, la risa se empezó a oír, y me empezó a contagiar, porque era un hoyo, el sol tapaba un hoyo, claro el dicho dice que es imposible tapar el sol con un dedo, pero nadie dice que el sol no pueda tapar un dedo, o tapar el hoyo de una polera vendida en dos lukas al mejor postor. Nos largamos a reír por un buen rato, Eduardo se sintió estafado y yo también, pero daba lo mismo ese momento jamás se me olvidará, y lo recordaré porque fue el primer síntoma de unas vacaciones inolvidables, habían empezado bien, y eso me motivaba.
Ahora el Eduardo debe andar tapando soles con un dedo, y el Felipe, no sé, quizás con su guitarra acuesta por algún lado, o descubriendo más hoyos, pero en sus polera. Para los dos va esta historia!

Tuesday, April 10, 2007

Outro (personal)


Después de la experiencia, las conclusiones son varias. A veces se cree que el objetivo se cumple cuando se logra llegar a él, cuando se alcanza. Al momento de comenzar esta práctica tenía un objetivo claro, que era encontrar un enfoque determinado en mi advenediza carrera de ingeniero y tratar de plasmar en cierto grado, mi personalidad y mi manera de hacer las cosas en la vida, en mi actuar profesional.
Así como contra una pared, los días me iban acorralando, el tiempo pasaba y a veces me cuestionaba si el avance de ellos, iba paralelo y a la misma velocidad que el avance hacia el punto buscado, al objetivo fijado en un comienzo. La verdad es que mientras acaecía toda esta travesía personal, muchas cosas no eran dimensionadas, simplemente eran vividas con la mejor de las disposiciones, y siendo consciente de que al final, se debían hacer los análisis. Yo tenía ganas de aprender, de absorber experiencia, no conocimiento, eso se absorbe en un aula, se absorbió ya durante 5 años de estudios. Pero el pulso del día, el trato con clientes, el trabajo en equipo, el “feedback” laboral, son cosas que se adquieren de manera empírica. Una de las cosas que más valoro, fue haber aprendido a laborar en conjunto, el bogar por una causa en común junto a un grupo de trabajo, el saber que si a mi me va bien, al de al lado le va a ir bien, y viceversa. Cosas como estas no sólo fueron un aporte profesional, sino también personal, me ayudaron a sociabilizar y desenvolverme en esferas distintas a las que estaba acostumbrado y se valoran en sobremanera. Es por eso que ahora hago los análisis, y valoro el camino recorrido, el resultado planteado en un principio creo haberlo logrado, pero el hecho de haberme enriquecido durante este trayecto, y de haberlo aprovechado al máximo, me deja más conforme aún.